Cada vez más profesionales de la medicina denuncian que el cáncer es un gran negocio. La industria del cáncer no invierte absolutamente nada de sus recursos de miles de millones de dólares en estrategias de prevención eficaces, como las directrices alimentarias, ejercicio, educación y obesidad. En cambio, invierte su dinero en el tratamiento del cáncer, no en la prevención o curación del mismo.
Si son capaces de mantener en buen funcionamiento la máquina del cáncer, la cual les continuará generando enormes ganancias con los medicamentos de quimioterapia, radioterapia, procedimientos de diagnósticos y cirugías.
Esta y otras enfermedades se han convertido en un gran negocio para aquellos que supuestamente se dedican a combatirla. Hoy en día la salud de las personas ha dejado de importar, lo único que importa es el balance de beneficios y resultados de las multinacionales farmacéuticas que han logrado hacernos cuestionar si hay medicinas para las enfermedades, o enfermedades para las medicinas.
El típico paciente de cáncer gasta aproximadamente 50.000 euros para combatir la enfermedad. Los medicamentos de quimioterapia se encuentran entre los más caros de todos los tratamientos, oscilando desde los 2500 hasta 6.000 euros por un suministro de un mes.
Durante los últimos cien años, una serie de tratamientos naturales contra el cáncer se han desarrollado y utilizado exitosamente para tratar a los pacientes. Todos han sido descartados, silenciados, y escondidos debajo de la alfombra por el monopolio médico, atacando, difamando y encarcelando a médicos e investigadores, arruinados profesionalmente por atreverse a desafiar el establecimiento médico.
Con el fin de proteger el monopolio médico, cualquier tratamiento natural viable se enfrentará a la oposición masiva de la industrias medico-farmacéutica. Las compañías farmacéuticas no tienen interés en los agentes naturales que no pueden patentar, debido a que interfiere con su flujo de ingresos. Emplearan, y de hecho ya han estado empleando, medidas extremas para evitar que la verdad sobre los tratamientos naturales eficaces (amenazas competitivas) llegue al público.
Este es un asunto controvertido, que provoca reacciones airadas y muchas veces irreflexivas.
Podríamos considerarlo casi como un tema tabú en nuestra sociedad, pues nos enfrenta con unas “verdades inviolables” y comúnmente aceptadas que mantienen el Sistema en pie.
Y todo comienza cuando hacemos una normal y simple pregunta…¿Cómo gana dinero un médico o un farmacéutico? no existiría ninguna controversia cuando la pregunta se dirige a un arquitecto u cualquier otro profesional
La respuesta a esta pregunta nos lleva directamente a una de las paradojas más absurdas del mundo actual.
Tanto el médico como el farmacéutico solo ganan dinero cuando estamos enfermos.
De la misma forma, toda la industria de la medicina y la farmacia ganan dinero gracias a la enfermedad.
Llegados a este punto, es normal hacerse otra pregunta: si la medicina y la farmacia ganan dinero con la enfermedad ¿qué interés pueden tener estas grandes industrias en que estemos sanos?
Es un argumento tan lógico y obvio que nadie quiere aceptarlo como una realidad.
Para comprender mejor las implicaciones de este razonamiento, profundicemos un poco más, utilizando la lógica más simple.
Si relacionamos el negocio de la medicina y la farmacia con el estado de sus pacientes, veremos que sus ganancias se dirimen a través de 3 ecuaciones básicas:
PACIENTE ENFERMO = DINERO
PACIENTE SANO = POSIBLE GANANCIA FUTURA
PACIENTE MUERTO = GANANCIA NULA
2 esquemas de negocio básicos:
En el primero, se gana dinero gracias a la alternancia cíclica en el estado Sano-Enfermo de los pacientes. A mayor frecuencia en la aparición del estado “enfermo”, mayores oportunidades de ingreso.
En el segundo, aún más óptimo, se gana dinero gracias a la enfermedad continuada en el tiempo, es decir, a la enfermedad crónica.
En ambos casos, es esencial ofrecer la suficiente calidad de vida al paciente para que siga sufragando el tratamiento y ante todo, evitar o posponer su muerte, pues ésta significaría el fin de los ingresos.
Queda claro pues, que la salud completa, en ningún caso implica beneficios.
En cambio, la enfermedad, siempre los garantiza.
Una verdad que no queremos reconocer, pero por más vueltas que le demos, es la pura realidad.
Quizás ha llegado el momento de recalificar a la medicina y a la farmacia como “ciencias de la enfermedad” substituyendo la actual calificación de “ciencias de la salud"
Bajo ningún concepto digo que los médicos no se interesen por la salud de sus pacientes o que promuevan la proliferación de enfermedades.
Los médicos, como profesionales de la salud quieren lo mejor para el pacientes y aplican sus conocimientos, procedentes de la enseñanza recibida.
Y esa es precisamente la clave. En la enseñanza recibida por parte de los médicos. Es decir, cómo se les han transmitido los conocimientos.
Desde que se accede a la facultad de medicina, son entrenados y educados para formar parte de la industria médico-farmacéutica y adaptarse a sus lógicas de funcionamiento, de la misma forma que el militar es entrenado y educado para formar parte de un ejército y adaptarse a sus lógicas de funcionamiento.
Siguiendo estas mismas lógicas, la industria farmacéutica gana inmensas cantidades de dinero gracias a la enfermedad, de la misma manera que la industria armamentística gana inmensas cantidades de dinero gracias a la guerra.
Y llegados hasta este punto, ¿no resulta ingenuo pensar que la industria farmacéutica promueve la salud? ¿O es que acaso alguien imagina a un fabricante de armas promoviendo la paz en el mundo?
La relación y la influencia que ejerce la industria armamentística sobre el mundo militar, es análoga a la que ejerce la industria farmacéutica sobre el mundo de la medicina. Ambas industrias instrumentalizan a aquellos que “usan sus productos” en el ejercicio de su desempeño profesional.
No es disparatado pensar que utilizarán parte de su inmenso poder económico en influir en la educación o programación de los médicos y los farmacéuticos, aquellos que el día de mañana deberán seguir garantizando que el esquema de negocio continúe.
Así pues, es lógico pensar que todo el conocimiento relativo a la medicina y a la farmacia está orientado para adaptarse a la lógica de negocio “enfermedad=dinero”.
El mundo de la ciencia no está formado por seres superiores, sino por personas normales, tan corruptas, codiciosas e inconscientes como lo pueda ser cualquier otro colectivo humano.
Pero volvamos a la perversa lógica “enfermedad=dinero” y a los argumentos que pueden esgrimirse en contra de ésta afirmación.
Sin duda, habrá muchas personas que afirmarán que: “la enfermedad es consustancial a la vida humana y a la naturaleza y que la actividad de la medicina consiste, precisamente, en luchar contra la enfermedad”
Concluirán que el cometido de la industria médico-farmacéutica es luchar contra las enfermedades y que por lo tanto, de forma lógica y natural, la inevitable aparición de la enfermedad reporta beneficios a ambas industrias, sin que ellas tengan la culpa de ello.
¿Pero sería posible que la medicina y la farmacia centraran sus esfuerzos y su negocio en la salud y no en la enfermedad?
Razonémoslo. Para que este modelo fuera factible, el médico solo debería ganar dinero mientras el paciente estuviera sano y dejar de ganarlo mientras estuviera enfermo. Recordemos que en la antigua China, los médicos cobraban un salario por mantener sanos a sus pacientes y dejaban de percibirlo cuando éstos enfermaban, hecho que repercutía negativamente en su prestigio profesional y por lo tanto, en sus ganancias.
Las 3 anteriores ecuaciones del negocio médico-farmacéutico se transformarían en las siguientes:
PACIENTE ENFERMO = GANANCIA NULA
PACIENTE SANO = DINERO
PACIENTE MUERTO = GANANCIA NULA
El médico necesariamente, centraría sus esfuerzos en mantener la salud de sus pacientes, previniendo la enfermedad antes de que ésta apareciera y por lo tanto estudiando y atacando sus causas y no sus consecuencias.
En el caso de que el paciente cayera enfermo, el médico se esforzaría en devolverlo lo más pronto posible a su estado saludable, para volver a ganar dinero con él y mantener su prestigio profesional.
El papel del farmacéutico sería complementario y consistiría, básicamente, en suministrar aquellos productos necesarios para fortalecer y prolongar la salud del paciente, y en su caso, los necesarios para combatir la enfermedad cuando ésta apareciera.
Como podemos deducir, según este modelo, el farmacéutico estaría más relacionado con el mundo de la nutrición que con el de la química.
Muchos seguramente calificaran esto de un modelo absurdo.
Pero no creo que sea más absurdo que una industria médico-farmacéutica que sólo gana dinero cuando estamos enfermos.
Evidentemente, tal y como está estructurada nuestra sociedad actual, este modelo resulta muy difícil de aplicar, a pesar de resultar mucho más lógico y potencialmente beneficioso para el paciente.
Llegados a esta encrucijada, quizás deberíamos preguntarnos: ¿porqué desde sus inicios la medicina optó por un modelo en el que la ganancia se asocia a la enfermedad y no a la salud?
Particularmente creo que la respuesta no puede ser más triste: todo gira alrededor del poder, hoy, con tal capacidad que puede comprar no solo a la clase médica, también a la política.
La enfermedad es un período excepcional de crisis en la vida de una persona, en la que el enfermo, desesperado, se muestra dispuesto a ceder o pagar lo que sea necesario para salvar su vida y el médico se erige en la única figura con capacidad para conseguirlo.
Por esa razón la medicina centra su actividad en la enfermedad, porque es la situación crítica que implica mayor acaparamiento de poder y autoridad, fluyendo desde el paciente hacia el médico.
Lo hemos visto a lo largo de la historia, donde incluso reyes y emperadores se han inclinado ante sus galenos.
En cambio, si la medicina centrara sus esfuerzos en mantener la salud del paciente, la situación de crisis asociada a la enfermedad correría en contra del médico, pues durante su transcurso perdería prestigio social y desaprovecharía esa oportunidad única en la que el enfermo está dispuesto a conceder mayor dinero, poder y autoridad a su médico.
Por lo tanto, la medicina no ha evolucionado alrededor del concepto de salud; lo ha hecho alrededor de la autoridad y el prestigio social, y lógicamente de las ganancias que éstos acarrean. Y estos beneficios solo se pueden obtener a través de la enfermedad.
Un funcionamiento completamente opuesto al que debería ser.
Ésta es la gran contradicción de la medicina.
Se basa en mecanismos tan simples que cualquier persona puede entenderlos.
Sin embargo y a pesar de tenerlo enfrente de nuestras narices, el mundo sigue cerrando los ojos a ésta realidad tan obvia. Y es que el mundo no está lleno de ciegos, sino de personas que no quieren abrir los ojos…
En contadas ocasiones aparece alguna que otra persona relacionada de forma directa o indirecta con la industria medico-farmacéutica que ha reflexionado sobre el tema y nos extrañamos de sus escalofriantes declaraciones
En 2001, un ex asambleísta del estado de Nueva York, Daniel Haley, escribió una mordaz denuncia de cómo la Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos, le cerró sistemáticamente la puerta a productos eficaces y no tóxicos, muchos de ellos para el cáncer.